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Hace algún tiempo, al menos 3 ó 4 años, se produjo un Cisma importante en el WhatsApp de los zagales del Instituto Alfonso X. Todos los integrantes hemos nacido al rededor de 1.948. 76, palmo arriba palmo abajo.
Creo recordar que uno de los puntos más conflictivos del Cisma se refería a «La verdad por encima de todo».
Yo era de la opción de que la verdad no consiste en contarlo todo. Ponía como ejemplo uno de los excelentes libros de D. Miguel: Rinconete y Cortadillo, La Ilustre Fregona… no me acuerdo. Si que sé que el libro comenzaba «En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…» El caso es que D. Miguel no decía toda la verdad del lugar donde se encontraba.
Otros, también por otras causas de las que no quiero acordarme, decidieron crear otro grupo más verdadero y claramente cismático.
En la vehemencia de las múltiples discusiones del Cisma, un cismático llamó meapilas a Paco el Aparejador.
Hoy con la tímida lluvia característica, sólo en contadas ocasiones, de esta Plaza de Belluga, puesta en VALOR por Rafael Moneo, (puedes preguntar, estimado lector, a Vicente Martínez Gadea por el evento de ayer), ha salido, entre chocolate con churros, el punto de mala leche que aquel compañero utilizó para calificar la personalidad de Paco.
Me consta que no lo es, ni siquiera premeapilas. Paco es más prudente de la cuenta. Cuando afirma un concepto, inmediatamente suplica indulgencia al auditorio y eso, por falta de hábito en el destinatario, provoca cierto estupor.
Paco, cuando comuniques algún concepto, no pidas inmediata clemencia, hombre.
Este consejo te lo doy desde la máxima bien sabida: «no me des consejos, que ya sé equivocarme yo solo».