El último cumpleaños de  Kafka.

A Vita

Tiempo de lectura 3’ 45”

Comienzo a escribir este relato en la última hora del día de mi cumpleaños (77). Es como si el magnífico Franz viniera a felicitarme en la hora en la que él iniciaba sus tareas de escritor. Es el momento en el que más inspirado me encuentro…


Franz Kafka nació el 3 de julio de 1883 en Praga (entonces parte del Imperio Austrohúngaro) y falleció el 3 de junio de 1924 en Kierling, Austria, a causa de tuberculosis.

Franz despertó tarde. No porque hubiese dormido bien, sino porque ya no tenía razones para levantarse temprano. La tos lo había mantenido en vilo toda la noche, y ahora su pecho se sentía como un papel demasiado escrito, lleno de tachaduras.

Se incorporó lentamente y miró alrededor. La habitación era pequeña y estaba en penumbra, salvo por una línea de luz que se filtraba bajo la puerta. Alguien había dejado allí un plato con un trozo de bizcocho y una taza grande de leche caliente. Podría ser su amigo Max, seguramente. O quizá su hermana.

Era su cumpleaños. Cuarenta y un años en 1.924

Había pensado que no llegaría tan lejos, pero ahí estaba, más delgado que nunca, con los huesos marcando su piel y una inexplicable sensación de cansancio.

Se puso de pie con dificultad , se acercó a la ventana y vio Praga extendida bajo un cielo sin nubes con un disparate de estrellas. Por un instante, sintió que la ciudad también era suya, que podía salir, caminar por sus calles y presentarse ante el mundo: “Soy Franz Kafka, escritor.” Pero la idea lo hizo sonreír con amargura. Sus manuscritos estaban guardados en un cajón, apilados ordenadamente. Él los había escrito en las noches de insomnio, en las tardes robadas al trabajo, en los días en que la angustia lo obligaba a transformar su propio miedo en historias. Pero nunca los había sentido terminados. Y mucho menos dignos de ver la luz..

Publicarlos sería como salir desnudo a la calle y pedir que lo juzgaran. Todo lo contrario a sus amigos escritores deseando que publicaran sus escritos.

Su amigo Max Brod quería salvar los manuscritos completos, En los últimos tiempos Franz había dejado claras sus instrucciones: quemarlos todos.

Franz volvió a la cama y cerró los ojos. Un escalofrío le recorrió la espalda; no tenía fuerzas para arroparse, su vida había sido una larga carta que nunca se atrevió a enviar.

Y sin embargo, en algún rincón de su mente, una voz le susurró que las palabras encuentran su propio camino. Incluso cuando su autor decidió quemar los manuscritos. Sin embargo, permanecían guardados en los cajones de su escritorio.

A pesar de la petición expresa de Franz Kafka de que sus manuscritos fueran quemados, Max Brod decidió desobedecer el último deseo de su amigo. En lugar de destruirlos, los recopiló, editó y publicó, asegurándose de que el mundo conociera la obra de Franz.

Última foto de Franz Kafka, 1.923

Franz Kafka trabajó como empleado de seguros. Desde 1908 hasta 1922 ejerció como funcionario en el Instituto de Seguros contra Accidentes de Trabajo del Reino de Bohemia, en Praga. Murió dos años mas tarde.

Brod, que era escritor y crítico literario, consideraba que Kafka era un genio cuya voz no debía perderse. Así, organizó y publicó novelas como El Proceso, La Metamorfosis, El Castillo y América, además de muchos relatos y fragmentos. También difundió su correspondencia y diarios, ayudando a construir la imagen del Kafka que hoy conocemos, gracias al irreverente comportamiento de su mejor amigo.

Irónicamente, la desobediencia de su amigo Brod convirtió a Kafka en uno de los escritores más influyentes del siglo XX.

No creo, estimado y paciente lector, que tenga que dar muchas explicaciones sobre las múltiples diferencias entre Kafka y este “servidor de las monjas”. En resumen Kafka y yo es igual a un oximoron.

©️ adehoyos

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