Panchita, holandesa y encantadora

Panchita en mi corazón

     Un buen científico suele ser un poco desastre para la vida cotidiana.  Una buena científica, lector, no te digo n’á. Cuando estos científicos se hacen pareja de las inseparables de toda la vida: el copín de Bullas en bicicleta. Ya te digo estimada lectora, le rien ne va plus.    Tienen concedido más presupuesto de lo que los dos, a toda leche, pueden resolver. Solución al problema: una linda conejita holandesa que se come los cables del piso. -Ahora ya se los come menos- responde Fernando conciliador. -Desde que recibió la última descarga eléctrica se comporta mejor.-

   Panchita, como buena conejita holandesa, se las sabe bien. Si a las 8 a. m. no tiene sus verduras preparadas, con un cartón controlado de la noche anterior, te monta un jaleo macabeo, capaz de despertar al lucero del alba. Menuda la Panchi. Te pilla y te enteras.

     Te lo juro por Snoopy: mi prima Pilar mi primo Fernando, Panchita la holandesa y las jaulas y aperos correspondientes, escalfados en La Ribera. Que no pasa n’a, que caben d’a gutti. ¿Sabías que a las conejillas holandesas les encanta las hojas de geranio? Pues ya lo sabes prima. También te digo, por si no lo sabes, que los conejos en general, al ser víctimas de depredadores, hacen caquita inodora y posiblemente insípida para evitar dar pistas al lobo.

   Total, que hablando, hablando, nos hemos hecho amiguetes. Le hablo; ella mueve el hocico y se deja acariciar. Por lo que dice Pilar, soy la primera persona ajena a la que permite esta confianza.

«Una naranjita cabe en un limón, mi Panchita dentro de mi corazón».  Panchita, la conejita holandesa encantadora.

    Todos somos familia.

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