Hay en Murcia un librero que de muy jovencito, allá por los 50, cuajó en controlar los libros. Don Luis miraba con cierto asombro la factura telefónica. Sonreía y callaba. La eficacia en traer desde cualquier editorial recóndita el libro raro de petete, encargado por Miguel Espinosa et al estaba encima del mostrador en tiempo récord. Y no veas, estimada lectora, la parvá de incipientes intelectuales que da en engendrar una Facultad de Filosofía y Letras. En esta ciudad se lee bastante, así nos va. Justo es reconocer que en este menester, en n⁰, nos ganan las lectoras, las Azenaias, Pilis, Elisas, Martas y muchas más mozuelas que sin despeinarse se zampan libros a mansalva . Y despachando, como el repartidor de una gasolinera con muñequera de tanto darle a la manguera: Diego Marín al tajo.
¿Y cómo es él? ¿A qué dedica su tiempo libre? La 2ª, a anticipar en su librería «González Palencia» el libro de rabiosa actualidad. La1ª, permítame «improbable lector» que me vaya a Los Cerros creando un oxímoron: Don Diego Marín Bartleby. De ahí el tan merecido homenaje que mi Alcalde en representación de Murcia -podía haberme avisao el jodío- le rindió.