«Retrato de una niña con un sombrero rojo» 1903, óleo/lienzo, 80×65 cm. Aleksandr Murashko ( Kiev, 26 de agosto o 7 de septiembre de 1875 – Lukyanivka, 14 de junio de 1919) Colección, Museo Nacional de Arte de Ucrania, Kiev.

Estoy aquí sentado bajo el porche. Un curioso fresquito posprandial no me sorprende. Llueve y tras los cristales quedan rendidos ante la chimenea mi amigo de «cuyo nombre no quiero acordarme» y mi «simpar dulciana.» Ellos son amigos de hace 30, yo menos.
No cuido los detalles.
Salgo al porche por las buenas. Creo que ya te lo he dicho «improbable lector.»
Llueve.
Paul Verlaine, mi compañero, más bien camarada Antolinos y yo creemos que la lluvia nos provoca una exquisita languidez en la siesta.
«Llueve en mi corazón
como llueve en la ciudad.»
Estimado Verlaine, y… ¡Anda que en el porche!
Veo caer la lluvia monótona sobre mi corazón, en pleno campo, con Ucrania al fondo.
Un gato a la intemperie pasa y se detiene bajo la fina lluvia, comprueba que hay un paisano escribiendo en el porche donde a veces él puede descansar sobre la mesa. Mira, observa y ve que está ocupada, desaparece rápido, para protegerse de la lluvia que arrecia suavemente.
La lluvia ha decidido quedarse.
La siesta se prolonga meticulosamente.
Vuelvo a la chimenea.
Los amigos de hace 30 años hablan de la chica ucraniana que viene a limpiar la casa, se llama Olga y está temerosa.
Incorporo en la conversación a Silvana, otra ucraniana con la que tengo cita el miércoles para que me arregle las uñas al completo. Ucrania en nuestro pensamiento, supongo que algo te une a tí también; a todos.
José Antolinos, Juanmi Martínez Saura, Paco Rabal, el resto de los zagales del Alfonso y tal vez tú, «improbable lector,» por puro contraste estemos pensando en qué bien se está cuando se está bien.

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