La borrasca a la derecha… Ah! Botticelli.

Ya vienen, ya vienen Los Coloraos.
Paquito miraba al cielo preocupado. Los días previos a Martes Santo coincide con las leves borrascas de inicio de la primavera.
Hasta que las convocatorias para la procesión no se efectuaban con el sol radiante, como debe ser, el Paquito no se relajaba. Paco es escéptico por fuera y muy sensible por dentro. Diría que un pelín más de la cuenta. Su férrea disciplina de excelente ingeniero le permite ocultar su identidad ecologista hasta la cepa. Y a veces de una cierta melancolía.
No teníamos ni años ni n’á y ya éramos amigos. Julián, todavía no. Esa es otra historia.
El padre de Paco era el Comisario de Túnicas.
Su madre la que las confeccionaba. Si te apetece, «improbable» lector, frente a la iglesia, tras la reja del jardín puedes ver un andero en bronce. Lleva una túnica de las que confeccionaba Doña Maria Rodenas, Señora de Rivas.
La procesión la vivíamos con toda la intensidad que un niño puede tener. Desde los cabildos hasta que el Cristo de la Sangre entraba con el esmero y la precisión de sus anderos recogiendose en la Iglesia del Carmen.
Los días siguientes al «Miércoles» el tiempo se aclaraba, la primavera se estabilizaba. El jardín del Conde de Floridablanca tenía una larga fila de palmeras del lado de la calle Proclamacion. Allí aprendimos con Richard a cazar lagartijas en la zona de la palmera que mira a mediodía. Las lagartijas buscaban el sol. Todas perdían el rabo. Las soltabamos en alguno de los charcos del jardín y parecían cocodrilos. ¡Murcia qué hermosa eres de charcos!
Y de baldosas salpicadoras tal que caen 4 gotas.

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