Este tiempo desapacible se repite siempre al final de las cabañuelas y el uno de septiembre.
Ya se puede aparcar en las calles cercanas a la playa, los de Madrid se van. Este tiempo desapacible despeja el balneario y un solo windsurfista levanta su estela en el Mar Menor.
Este tiempo desapacible nos priva de los niños jugando a chillar en el jardín y de las repetitivas «amotos».
Vuelve el silencio, sin ladridos.
Este tiempo desapacible es una hermosura.

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