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«Il Papa Buono» Juan XXIII
Me consta que el Papa Juan XXIII era consumidor preferente del café de Puerto Rico. La anécdota tiene su enjundia. Esa, estimada lectora, es otra historia.
Puede que Aitor sirva más de cien cafés en su jornada de trabajo diaria en Don Jamón; una de las tabernas con más prestigio de Murcia. Si encuentras un mejor tomate, alioli suave, michirones, y evidentemente jamón de Trevélez de la Alpujarra granadina, o del de Extremadura, que tampoco es mal coche, vas y me lo cuentas, erudito lector.
El café de Don Jamón es una mezcla, supongo, de Colombia al 60 %, y un 30% de Brasil, de tueste natural y de buena calidad. Posiblemente para distinguirlo de otras cafeterías de la zona, también lleve un pequeño toque de Vietnam. Si Obdulio quisiera mejorar su café sólo tendría que variar la mezcla cambiando a un 60% de Puerto Rico, 30% de Colombia y 10% de Blue Mountain. El personal con gusto por el café alucinaría en colores. Claro, el precio de un solo multiplicaría 3 ó 4 veces el actual, que sería el aproximado de un café en un restaurante con al menos una estrella Michelin.
Un sabio de nuestro Mediterráneo me dijo más de una vez: “casi todo es cuestión de educación”.
Aitor, en su ya casi olvidada adolescencia, por h o por b desatendió el café. Creo no equivocarme si me imagino que en casa de sus padres consumían café torrefacto o la popular mezcla 50% torrefacto y 50% natural; curiosa forma, desde la posguerra, de destrozar cualquier grano de café tostado. La torrefacción consiste en tostar los granos de café añadiendo azúcar a la hora de efectuar el tueste. Esta práctica consigue un resultado más oscuro y amargo de los granos. Práctica de la posguerra. Ea, otra historia para un relato corto. Tal vez… la posibilidad de una cuestión del torrefacto… O no. Yo qué sé.
Aitor y yo no tenemos tiempo para hablar mucho del tema. Cuando nos vemos hablamos poco, es buen camarero y no descuida su trabajo.
Lo que sí sé es que Aitor se ha planteado seríamente por qué él no toma café.


Queda bastante regular que para hablar del café de Aitor me ponga como si de un oxímoron se tratase. El caso es, improbable lector, que si no lo cuento reviento:
A los 11 años, mi padre, en la Tazza d’Oro, muy cerca de La Piazza Navona, me hizo probar un cappuccino con la miszzela di luso de la casa. Me gustó. Y en mis jóvenes neuronas se grabó para siempre el sabor de un café de calidad. Debe tener un cuerpo sedoso y un retrogusto agradable y duradero. Eso resumiendo.
©️ adehoyos
A/A del lector: A propósito de la elección del café de Puerto Rico por el Papa Juan XXIII, retomaré comentarios sobre este asunto. Es otro relato no acabado. Últimamente me alargo demasiado en lo que debería ser un relato de 3 minutos.
Estamos en un medio como WhatsApp, que de acuerdo con mi amigo Chole, no hay por qué extenderse.