(Residencia del gobierno de Moscú versus mi pisito en La Ribera)
Un detalle sí hace verano. Instalar una lámpara de bronce y cristal en el techo de una terraza que mira al mar, en un pisito actual de veraneo, parece que «no pega». Si la lámpara mantiene su dignidad, por su calidad en materiales y diseño, consigue de los que la contemplan provocar conversaciones sobre la magnificiencia de los edificios que nos muestran en la tele, en Downton Abbey o, por ejemplo, de turista por Versalles.
Si la lámpara mantiene su personalidad, curiosamente mejora el entorno. Sin pretensiones.
Como no podía ser de otra forma, la graciosa lámpara me la ha regalado mi amigo Polioxímoron. Ha vendido el estupendo piso de sus padres, donde «sí pegaba». Muchas casas para poco padre, e hijo. Un follón tener que deshacerte de tus recuerdos de infancia y adolescencia. Su hijo pasa bastante del tema. Qué quieres que te diga estimada lectora trabajadora, pues que el muchacho se está planteando leer a Søren Aabye Kierkegaard, que diría Faemino; -fue un filósofo y teólogo danés, considerado el padre del existencialismo-. El caso es que se trae un aire. Y que está estupendamente instalado en el piso de su papi. Mi amigo tras jubilarse se ha retirado a su casa con chimenea.
Ahora Polioxímoron tiene mas cash, mas muebles para «intentar colocar» y una lámpara menos.
P/D Y su hijo, el pobre, en casa de su padre, solito. Con 2 cuartos de baño. El grande recién puesto al día. De diseño vamos.