ESTADÍO CALDERO: MOSQUI versus VENEZÚELA

1/2 de arroz con sepia pequeña y ajos tiernos, y 1/2 de caldero


    Disfrazar, ensalzar, magnificar el sabor de un caldo de pescado es fácil si tienes mano gastronómica. Desde añadir eneldo fresco al finalizar la cocción -no lo pongas antes, pues le daría un toque amargo y arruinarías el caldo – hasta la contundente ñora levemente sofrita en el arroz en caldero, plato obligado de pescadores de antes de la guerra -cuando al ir a Cabo Palos o a LodePagan desde Cieza, o a La Ribera desde Murcia… ¡anda que a los Urrutias! te hinchabas a ver paisajes-. ¡Qué carreteras! Por fin llegabas.
     Las grandes cabezas pensantes de la Economía Española -con y sin Franco- decidieron, a partir del turista un millón novecientos mil novecientos noventa y nueve, establecer el Turismo como base de la Economia Nacional. «Por consiguiente»  potenciar España como Un País de Servicios. Se favorece el turismo y que le den a la industria. Viva el sol de cara y/o caralsol, que nos vamos a poner camisas nuevas. Al menos por las costas. Hoteles y a casarse. La industria, como bien dice mi amigo Polioxímoron: «ser rico es carísimo». Con turismo y en chalés para los guiris nos sobra, o es suficiente. A la industria que le den. Organizamos una buena Sanidad Pública y cuando los guiris vengan, los operamos gratis de la próstata y de cataratas; corre en guirilandia la noticia: -Te compras un pisito y vuelves operado y moreno-. Gran negocio para las inmobiliarias en detrimento de la Salud Pública. Cría fama y échate a dorMIR. Y el MIR a currelar en Urgencias casi de balde.  España servicial y dependiente de los guiris industriales de buenos trienios. Disculpa lector, es que me da coraje.

   El arroz con sepia (tierna) y ajos (tiernos) de la madre de José Antonio, arroz de carretera antigua y productos de temporada,  no tiene nada que ver con el arroz contundente, y también excelente, que nos dió a degustar el propietario del Restaurante Venezuela. José hace los arroces a la manera actual de San Pedro del Pinatar. Y es de estrellas Michelin o Pirelli – que es la que otorgamos mi Valerito, mi Ana y yo-. De marca mayor. También los del estilo de Cabo de Palos. El caldero de la madre de José Antonio era distinto al de Pepe el del Mosqui y al de Isidoro, hijo de Pepe y padre de Sergio, que me dicen que anda por San Sebastián enseñando a los vascos a sacarle a una calabaza el partido que jamás soñaron mis ancestros – que soy Hoyos-Arrieta y se de qué va hombre-. «Sergio-de-la-Orden-acude-al-evento-San-Sebastian-Gastronomika».

   Los 100.000 matices del caldero los puedes encontrar desde el contundente del Venezuela con pescado de la encañizada, hasta el del Mosqui en Cabo de Palos, donde el de roca se hace notar. O no. Ya te digo paciente lector, 100.000, pasando por el «Pozaleo», los «Alcáceres», el Albujón o la Manga.

    Y la España de Servicios llegó al Caldero. No hay huevos a decir que ahora el caldero está peor. Ni que el arroz con sepia tierna y ajos tiernos no supiera a gloria, mecachis. Lo que le faltó fue un toque de caviar Beluga, que se encuentra en peligro de extinción. O caviar de Osietra en la variedad Sevruga; su producción es elevada y por eso es el más económico. Total, para ponerlo en el caldero a modo del queso en los carbonara…

   Hablamos del asunto José Antonio y yo. Le pregunté por el rumor de que Miras estaba gestionando con la pandilla del Egeíca -ahora está desocupado de la política- conseguir bogavantes pequeños del Mar Menor, ya que por la eutrofización los langostinos parecen ya mas bien gamba roja

Jose, guardó silencio.

Arroz con sepia pequeña y ajos tiernos
Dentro del caldero a lo Goethe: «La nuance toujours la nuance»

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