Mi madre fue educada por las monjas descalzas de Cieza.
Cuando murió mi abuela Asun en el parto de mi tía Esperanza, la 3ª y última, claro. Mi abuela no llegaba a los 30, mi madre 9. Mi abuelo Antonio le dijo entre consternado y solemne que al ser la mayor, debía hacerse cargo de la casa y cuidar con responsabilidad a sus dos hermanas. Y se fue al Casino tan campante. (Bueno, tampoco es que exagere mucho).
Ritina dice que eran cosas de la época.
Aprendió a llevar las cuentas de la casa con toda la responsabilidad infantil del mundo. Con gran cuidado y la lentitud necesaria para evitar errores. Las monjas encantadas, sin prisa. Y así lo hizo durante toda su vida. En casa el inicio de las croquetas era el lunes, y había lentejas y croquetas los miércoles.
A mí padre, el orden, le vino de perillas. Por cierto siempre pensó que me llamaba Antonio como él. Y una porra.
En un apartado de la invitación a desayunar del día de mi Primera Comunión, como sin importancia:
-Te llamas Antonio como mi padre-. (No dijo tu abuelo para nada).
Jamás usé esta curiosa información, creo que hace poco se lo dije a mis hijos, posiblemente varias veces.
Las monjas ayudaron a mi madre a llevar la casa p’alante, al tiempo que la educaban a fuego lento, infernal y casto.
Lo de casto se lo quitó con mi padre. Lo de infernal a los 45, se puso a fumar y no se confesó.
A los 50, dejó el tabaco sin problemas.
-Juana, ¿Has dejado de fumar?
-Si-.
-Es duro, ¿no?
La cara se le iluminaba, era una mujer guapa. Miraba a su interlocutor y se acababa la conversación.
Descubrí lo superlento de mi educacion al aprobar la Física de 1⁰ de Arquitectura.
Éramos más de mil alumnos en Madrid, un capazo. Casi todos nos sabíamos el temario. Había numerus clausulus. El truco era la rapidez. Acabar el examen antes. Si no lo completabas bien dentro del tiempo establecido: «al rinche» (ring en inglés).
No es que yo estuviera mal educado. Bueno yo qué sé…
Tuve que darme en la cabeza con un expolsador para lo de lento, lo infernal y por fin lo casto. Esto último se me hizo largo, muy a mi pesar. Menos mal que vino Florence a La Ribera.
Amigo lector, si le dices a un zagal de ahora, que «las prisas son malas consejeras», verás que risa. Pensará que eres extraterrestre.

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