No puedo parecerme a Balzac

Honoré de Balzac

A mi Fulgencio Martinez. Él sí puede

   Hasta que llegó Su soledad, el tío se parecía hasta en el pelo. Eso si, poetas los dos y Balzac más gordito.

  Yo, pues mira lector, ni en el pelo. Que vengo diciendo que las comparaciones son ociosas, desde que me lo explicó mi padre, cuando yo era pequeñico.

  Por aquel entonces no había tele. Mi sorpresa fue, ya en la2. Va el locutor y dice que son «odiosas».

  Si al comparar una sardina con una Coca Cola sientes odio, tú estás más p’allá que p’acá. Siempre que hago la corrección, incluso tú, avezado lector, me miráis de soslayo. Es como si os fastidiara darme la razón, claro, porque a vosotros no os lo enseñaron de pequeño. No si ya.

  Aquello de la tele me pilló en plena adolescencia, y desde entonces cuando oigo en cualquier cadena televisiva, incluso a políticos, decir que las comparaciones son odiosas, me irrito.

Mi amigo Fulgencio me dice que:  «Hemos sobrevivido al fuego frío en la estación nublada,«  y me lo dice a la manera de Balzac, gritándome en voz baja. Es que así ya se puede. Cuando Fulgecio grita su poesía, siempre, amigo lector, siempre,  lo hace en voz baja. Y cada vez que engorda, que de eso se ocupa Su soledad, más se parece al retrato de Balzac. Yo no.

Yo ando ocioso en comparaciones.

Fulgencio es poeta y profesor de Filosofía, asignatura hoy tan en boca de todos. Balzac creo que no.

Fulgencio Martinez

 

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