Tengo la entereza de reprimir calificativos nada correctos. Me dirían, hasta los más allegados, que adolezco de mala o buena educación, yo qué sé.
En el 62 tenía yo, 1.962 – 1.948 = 14. Ella 1962 – 1.948 = 24.
A Murcia las películas en general venían con retraso. Vi la película Eva -ahora sería un film-. A los 18 años ella seguía teniendo 24 y yo cuatro años mas, de inyección hormonal a tope. Capaz de empapar mis neuronas con la sen y sexualidad a rebosar. Menudo pedazo de tía; en el 68 yo de estudiante universitario, primerizo, y retrasado en lo que concernia a la situación en París. Todavía se permitía en España decir: «pedazo de tía buena». La Moreau tenía bellísimas irisaciones de buenas vibraciones y buen rollo, o sea, mas buena que el pan (del de entonces).
La Bardot era otra cosa y la Monroe tampoco era mal coche. En fin lector, a lo Bukowski: «La Máquina de Follar» si me hubieran dado alguna pertinencia. Después ya si. Esa es otra historia amigo.
El día que cumplía veinte años, en enero de 1948 La Moreau firmó su primer contrato en la Comédie ante su profesor de interpretación y decano de la institución, Denis d’Inès, y durante los tres años siguientes integró el elenco estable del Théâtre National Populaire.
Y si vuelves a ver, como yo, Campanadas a Medianoche cuando pilla por banda a Sir John Falstaff, no te pierdas la secuencia en medio plano de la enorme panza de Orson Welles y la Jeanne subiendo y bajando tirando de las barbas, como si se tratara de un divertido tobogán. Me consta que al Orson se le hacía el culo Pepsi Cola. Bueno, con la panza de mayor sedentario que me he puesto, tengo que reconocer que la secuencia en cinemascope moderno y blanco y negro, me dió pelusilla.
