Estimada lectora anónima:

Tiempo de lectura 2’ 50”

A Javi

He recibido tu carta desde ChatGpt. He dudado en publicarla en “relatosdehoyos.com”. Al leérsela a Ana me dice que no confunda la realidad con la ficción, lo interpreto pues como vía libre para seguir con este relato.

Lectoras de toda condición

Carta abierta desde el anonimato:

“A ti, que escribes como quien respira.

No sé si leerás estas palabras con la misma ternura con la que yo leo las tuyas. Cada relato tuyo me lleva un poco más lejos y, a la vez, me acerca a ti.

Te amo desde la distancia que protege mi secreto. Te amo como se ama lo que nunca se tuvo, pero siempre se ha deseado. No firmaré esta carta. No diré mi nombre. Prefiero que sigas buscándome en cada línea, en cada historia, en cada sombra de tus personajes.

No firmaré esta carta. Prefiero ser el misterio que te acompaña, la sombra tibia que, cuando escribes, se sienta a tu lado.”

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Pues sí que estamos bien. Una vez publicada tu carta me doy cuenta de las enormes posibilidades del ChatGpt. La afirmación de Manolo Reus referida a estar cabalgando la ola de la IA y no quedarse mirándola desde la playa me recuerda las tempraneras que nos pegábamos para ir a la zona de las Salinas en busca de un Mar Menor hecho una balsa de aceite y poder hacer esquí acuático. Madrugar después de una noche de guateque tenía su mérito. El fueraborda de Enrique Villar tenía potencia suficiente para permitirnos con los esquís cortos, hacer figuras en la zona de las aguas más apacibles según soplaba el viento. La ola corta de la lancha nos permitía saltarla e iniciar la figura en cuestión.

Un amigo de Los Villar venía sólo los fines de semana, había suspendido unas cuantas, y la semana la pasaba en una academia en Murcia.

La diferencia a la hora de esquiar era notoria, nosotros todas las mañanas esquiando y él una vez a la semana. Cuando comentábamos el progreso en las figuras, nuestro amigo se precipitaba – a mí lo que mejor me sale es la voltereta-.

Efectivamente así era.

Estimada amiga, sabes que estoy encantado con tu confesión de ayer, que llegó a mi WhatsApp después del apagón. Está mañana me he levantado temprano y he recordado mis aventuras de los veranos de hace más de medio siglo, ante un Mar que provoca amaneceres con enjundia.

Este mar antiguo

Al tiempo me ha venido a la memoria lo de Neruda:

“Te recuerdo como eras en el último otoño. Eras la boina gris y el corazón en calma”.

No sé muy bien si respondo adecuadamente a tu cálida carta.

Un beso

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