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Es muy difícil separar los sucesos de la actual política española con lo que pasa en el resto del país. Cuando intento escribir aparece inmediatamente esta panda de gentuza que no puedo quitarme de la cabeza. Enric Juliana sostiene que: -Hay miembros del Gobierno y de la ejecutiva del PSOE que ya están pensando en el día después de Sánchez. Tiene sentido dadas las circunstancias-.
Así las cosas, parece que puedo caer en la tentación «nofranquista» de meterme en temas de rabiosa actualidad. Mi amigo y compañero Chole se aparece inmediatamente: -Antonio, tú como don Claudio, no te metas en política-. -cagontó, y de qué escribo yo ahora…

A parte de Ábalos et al., ¿hay vida inteligente? Je ne sais pas, je ne sais plus. Voy a ver qué tema encuentro por ahí. Consultaré al ChatGPT.
La debacle del Real Madrid, al parecer, es un secreto que necesita un Me Too para salir a la luz. Los comentarios de los madridistas son, a mi modo de ver, muy taimados. Y no cubren las portadas generales, sólo se puede ver en la prensa especializada. Al parecer lo que está fallando más que el equipo, es el Club.
Tengo un amigo que me dice: mira, te lo digo yo, que soy del Madrid desde antes de saber multiplicar: antes íbamos al Bernabéu a ver ganar; ahora vamos a ver qué pasa. Que si posesión estéril, que si centros al área como quien tira botellas al mar. Que si “sensaciones positivas” tras empatar en casa, contra cualquiera que llegue en autobús. Yo ya me sé el discurso postpartido: «Los jugadores cobran como galácticos, rotan como funcionarios y juegan como si el empate fuera un valor patrimonial. Nadie la lía, nadie arriesga, y claro, nadie decide».
Eso sí, cada derrota viene con su masterclass: que si proyecto, que si transición, que si hay que tener paciencia. Paciencia…

Mañana jugarán otra vez, (menos mal que ayer ganó 2-1), me pondré frente al televisor, diré que hoy sí, que esto cambia… y volveré a creer. Porque ser del Madrid ahora no va de ganar, va de sufrir con arrogancia; no como los del Atlético. Que esa, mi estimado hooligan, es otra historia.