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                          A Paco Rivas y su Lago

Jose se define como «modesto restaurador» y que tiene un merendero aventajado -y una porra pá tí-. Anoche nos sorprendió con un tartar de atún rojo impresionante. Tras la felicitación por tan estupenda preparación de atún de altísima  calidad, Jose, muy cariñoso y siempre profesional, le indica a Ana, que debido a su aceptación tan sincera incluiría este manjar en la carta. (Ana aceptó la distinción y reconoció el pelín de coba).

Paco estuvo fino reconociendo el levísimo aroma de la pimienta rosa que enriquecía el atún. Mucho más fino estuvo al descubrirle la ausencia de gas añadido en Pedras, agua mineral portuguesa. La mayoría de las marcas más conocidas llevan gas añadido. Jose tomó nota.

Jose Antonio sabe lo que dice: -el cliente siempre tiene razón-. Eso no quita para divertirse en su trabajo. Sabe que al normalizar el microclima del restaurante, todos los años acudirá una nueva señora que no se traerá al restaurante un  echarpe, o si es más de la jet, un chal o una pashmina.

Ante la esperada protesta, Jose le explica que la temperatura es la adecuada. No puede cambiarla. Como si se le ocurriera de repente, le dice a la poca previsora señora: -puedo traer un mantel y lo utiliza como echarpe-.

La «señora» no se rinde, se ha enfriado al entrar al restaurante y sigue teniendo frío. Sin mediar palabra y sin inmutar el rostro, le pone otro mantel sobre su espalda. Belfegor revivido.

Jose sabe que en poco tiempo acudirá otra señora friolera. Si tuviera un par de estrellas Michelin estaría obligado a disponer de unos cuantos chales para atender a las damas hipocalóricas. Al parecer sólo va a comer lechuga.

Estimado lector, comprenderás que tener un excelente restaurante como es El Venezuela es mucho más divertido que las estrellas encorsetadas. Lo de Michelin es otra historia.

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