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Foto proporcionada por la puñetera IA.
Pues no que va y me hace esta foto excelente de las salinas de Marchamalo…  Será esquimal el ChatGPT.

Las salinas de Marchamalo, donde el sol no se pone: se difumina.

Hay lugares donde el tiempo se detiene sin dejar de avanzar.
Perdona, lector, si propongo un oxímoron: no me lo puedo remediar.

Las salinas de Marchamalo, en la zona de poniente del Cabo de Palos, es uno de esos lugares.
Allí el sol no se pone: se difumina lentamente, sin prisa.
El cielo se enciende entonces en todos los tonos del rojo, iniciando una lenta despedida; rojos que parecen nacer del fondo de la memoria. Fucsias efímeros que tiemblan dudando de su destino.

El agua refleja el cielo y duplica la potencia del atardecer.Unos flamencos cruzan lentos, a lo suyo, ea…
Todo calla. Sólo el viento, discreto, sigue escribiendo ligeras ondas de espuma blanca sobre el agua de las salinas.
Y uno piensa que quizá la belleza también necesita su exceso, su pequeña locura de luz antes de que llegue el fin del ocaso.
Los pequeños acúmulos de sal devuelven los últimos destellos del día, como si quisieran guardar algo del calor del sol. Después, la suave brisa provoca leves cabrillas que repican silenciosas y chispeantes en el agua de las salinas. Y el horizonte parece suspender la respiración.
Entonces el rojo se sacia, el cielo descansa, y el alma se siente acompañada.

La terraza a poniente de Ana y Pepa Valero, estimado lector, proporciona estas instantáneas realizadas por Ana tan eficaz en la captación de imágenes como en su capacidad de conocimiento informático. Una cabeza muy bien amueblada.

Tomar un Famous Grouse en compañía de las Valero es un privilegio.

¡Ah! estimado lector. Disfrutar de la amistad de Pepa Valero… es otra historia.

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