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A Lara Vernoit Berzosa
Adosados, poco. Con mucha más intimidad debida al espacio, tanto de la casa como del jardin, que permite una amplia piscina. Los posteriores chalets que se hicieron racaneando metros de jardín y metros cúbicos en la construcción no se pueden comparar; con casi ridículas piscinas que salvan su honor, cuando después de un modesto capuzón puedes tomarte tu vermut con aceitunas rellenas y tener la buena sensación que provoca la situación de un baño placentero. Menos da una piedra.
La zona privilegiada de la urbanización del chalet de Paul, Conchita y su hija Lara, tiene la ventaja, por ejemplo, de que no hay que saludar a los vecinos. Están lejos.
Para mí hay una muy especial. No sé si por suerte o por estatus social: los perros de la urbanización están bien educados. Sabes que hay porque muy de vez en cuando se oye un tímido ladrido lejano. Una hermosura de sonido. Bobby, el border collie de la muy amable Lara, es un torbellino, muy joven. Por él, estaríamos toda la tarde jugando a tirar y recoger la pelota. No ladra, salvo en escasas ocasiones, y debido a algún acontecimiento muy especial. Los border collie saben latín.

Bobby
El baño en la piscina es estupendo. Todavía puedo atravesarla buceando a lo largo. No es por chulear, amable lector, sigo siendo rápido nadando.
Al atardecer, con la leve brisa que suele levantarse, casi siempre de levante, recién salido de la ducha tras el baño, y cambiado ya el bañador, la cerveza fría es un lujo afroasiático.
Bobby espera un poco impaciente a que me tome la cerveza.
En el lateral a levante de la finca, hay un amplio pasillo delimitado por una buganvilia, un jazminero seguido de una fila larga de lavandas y romeros.
Bobby ha estado atento a mi consumición de la cerveza. Inmediatamente que he acabado el último trago, me muestra la pelota y se va hacia la buganvilia donde la suelta, y permanece sentado mirándome fijamente.
No hay cojones a negarle su necesidad de juego duro. Lo necesita. Bastante bien se ha portado todo el día para su juventud. Resignado, me voy hacia la buganvilia…
Hoy, estimado lector, no hay otra historia que contar.