
2 minutos

Casi nadie al aparato.
«Tengo la impresión» de que el Papa no sale en la tele, evidentemente porque no le da la gana y con razón. Está de vacaciones.

Conecto con Radio Vaticana en directo y al poco tiempo citan al Papa a propósito del buen samaritano. «Sin solución de continuidad», como si de desmosomas celulares se tratase, citan las bondades del premaquiavélico San Pablo. Entiendo que todo va bien en Castel Gandolfo.
Mi mosqueo se debe a que veo más en la tele a primo Gabriel. De hecho, sólo se vio al helicóptero del Vaticano llegando a Castel Gandolfo y poco más.
Me parece que a León XIV no le va la marcha televisiva y me barrunto que posiblemente haya prohibido retransmitir a los medios, ningún acto de tipo ritual efectuado por él si es interrumpido por los inevitables anuncios de sopas, hamburguesas o de coches felices.
Si non è vero è ben trovato.
Ahora ya no nos sorprende que ante una información importante, a mitad de la misma, interrumpan el programa para anunciar cualquier producto de consumo. Ya ni piden excusas. Hasta hace una generación estos mecanismos publicitarios eran casi injuriosos, denigrantes. A todo se hace uno, hasta ver cómo interrumpirán al Papa.