

A Jose Antonio López Rivera
Una de las cosas estupedas que tiene el restaurante Venezuela es Ahinara. Más lista que el hambre y más bonica que ná. Como si hubiera hecho un Master en Servicio de Mesas de la Escuela de Hostelería Paul Bocuse de Lyon (France), sin contrariarse por nada, nos sirvió a cada uno lo que pedíamos fuera de la comanda. Puso orden en los zagales despistados con los dos vinos recomendados; uno por Isidro y otro por la casa. Nos sirvió los 13 cafés diferentes sin equivocarse, y apenas se despeinó. Al menos mientras la observaba, conteniendo mi admiración.

Creo que Jose, restaurador y propietario del Venezuela, no tiene al menos dos estrellas Michelin porque no quiere someterse a las exigencias excesivas de la marca. Algún día le preguntaré sobre esta cuestión.

En el Venezuela, el equipo que ha creado Jose -desde la más jovenzuela a los más veteranos- es excelente, uno por uno, ya desde los tiempos en los que su madre nos hiciera el exquisito “ arroz con ajos tiernos y sepias pequeñitas”, que coinciden tanto los ajos tiernos como la temporada de inicio de la sepia, con la fecha del cumple de su hijo. Un arroz olvidado, seguramente por su exquisita y modesta condición, y porque la sepia crece muy deprisa. A veces lo recordamos con nostalgia su eficaz hermana Mery – “no se le escapa una”- y yo.
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Mientras Jose y yo comentábamos la excelencia del Caldero típico del Mar Menor me vino a la cabeza que al otro lado de la laguna, en Cabo de Palos, el sabor del Caldero tiene estupendos matices. El pescado es sutilmente distinto debido a la existencia de una sima profunda que regala meros importantes. En Lo Pagán lo distinguido es la lubina. Lo que no puede faltar en el Caldero es el mújol.
Como te decía, paciente lector, José Antonio, va y me regala una idea para un relato: -Con tantas comidas y cenas que se están celebrando por la gracia del Chat, podrías escribir sobre «Santa María de la Convivencia»-.
Recojo el guante más rápido que el «Correcaminos».
En el Mar Menor y en el resto de España, por encima de la Virgen del Carmen, se ha puesto de moda la «Virgen de la Convivencia». Pensamos al alimón las vueltas que le estarán dando los obispos en la Conferencia Episcopal para ver cómo se relata el pasaje de Sor Mª de la Convivencia, que mediante su labor terrenal alcanzó la Santidad.
Suponemos Jose y yo, que los obispos, pronto, nos harán llegar la buena nueva.